La máquinita de escribir que prohibió los computadores


La idea de este escrito no es originalmente mía, es de Carolina Botero, quién muy amablemente me preguntó si podía escribir un cuento sobre esta idea, y las preguntas de Carolina son ordenes para mi 🙂

Telarañas colgaban del techo. Sólo se veían formas, pues la identidad de los objetos se perdía bajo una gruesa capa de polvo. En una esquina, una máquina de escribir. Llevaba años en el olvido, su dueño la había relegado poco después que se compró su primer computador.

Cuando llegó el intruso, ella no le prestó atención, era un enorme armatoste blanco que no se comparaba con la gracilidad de ella. Tenía teclado, pero realmente no le preocupó ese detalle, el computador era feo, y ella, el resultado de décadas de evolución de la ingeniería mecánica. Pero su dueño cada vez la usaba menos. Una semilla de preocupación comenzó a anidar en ella. Pero un día.

— ¡Este «hijo de su madre» computador, perdí todo! Ahora tengo que iniciar de nuevo — decía airado su dueño.

A ella le llamó mucho la atención eso, en especial porque muchas veces su dueño trabajaba en ella cuando eso sucedía. Volvía a sentir sus cálidos dedos recorrer sus teclas en una caricia sensual. Su dueño, era un escritor y sus mejores obras las había escrito con sus teclas. Era imposible que el armatoste blanco la reemplazara. Pero al día siguiente.

— Me rinde mucho más en el computador, que en esa obsoleta máquina de escribir.

El corazón mecánico de la maquina se detuvo por un instante. Sin embargo, su dueño volvía a ella cada vez que tenía problemas con el computador. Pero cada vez menos. Hasta que un día, su dueño la tomó con esas manos que tanto amaba, la subió a desván y sin siquiera una palabra, la dejó en un rincón.

Su corazón se rompió definitivamente. Se transformó de una gentil maquinita, a una de envidia y rencor. Sus teclas se volvieron secas y espinosas. Los engranajes se volvieron duros y fríos; pero eficientes y rápidos para pensar venganzas. Porque venganza es lo que quería. Acabar con todos los computadores del mundo. Y todos los días de esas décadas que pasó en el desván sólo pensaba en ello.

Afuera, el mundo cambiaba. Muchas personas guardaban en el desván las maquinas de escribir y cada vez más se pasaban al computador. Es que es mucho más fácil corregir. Las personas también podían hacer cambios de letra y hasta podían incluir gráficos en sus documentos. Pero no sólo eso, podían jugar con el computador; lo que no era muy común con las máquinas de escribir. Muchas aplicaciones nuevas se crearon y las personas descubrían nuevas formas de usar el computador. La productividad, mejor, la creatividad de las personas aumentó. Llegó un momento en que ya no sabían como era la vida antes del computador.

En el desván, la máquina en su odio movía sus engranajes, pensando.

— Debo acabar con esos antiestéticos computadores, y de esa forma las cosas volverán a ser como eran antes — y ese pensamiento se volvió el motor que la animaba.

Comenzó escribiendo un manifiesto. En él, se consignaban tres puntos básicos: Primero, los computadores le quitan el trabajo a las máquinas de escribir. Segundo, los computadores son dañinos para el ser humano. Por lo tanto, los computadores deben ser erradicados.

Ella misma escribió hermosamente y con su único tipo de letra en un elegante papel. Y después, repitió la operación: escribió otra hoja de manifiesto, y otra. Trabajó durante noche y día. Por meses. Y comenzó a enviar los manifiestos a sus hermanas máquinas de escribir: mecánicas, de esfera, de margarita, todas recibieron su copia.

Al rato, las grandes compañías fabricantes de máquinas de escribir comenzaron ha establecer contacto con ella. Al principio sólo eran preguntas y ella diligentemente les respondía en su impecable mecanografía. Después, las preguntas se transformaron en invitaciones a reuniones. Y en ellas, en financiación.

Al mismo tiempo, otras máquinas de escribir se unían a la causa haciendo distintas acciones. Unas organizaban marchas, otras visitaban a los fabricantes y obtenían más fondos, unas más convencían a los políticos y otras reescribían el manifiesto. Y escribían y escribían. E inundaron al gobierno con papel.

Los fabricantes empezaron a hacer cabildeo con los políticos, apoyado con fuertes sumas de dinero. Lo que funcionó mucho más.

El movimiento de máquinas de escribir comenzó a exigir leyes que protegieran a sus fabricantes. Esa hermosa forma de escribir no podía desaparecer, era necesario protegerla. Se mostraron cifras que probaban que la salud de los humanos había empeorado desde que se inició el uso del computador. También, cifras de daño ecológico. Y el empleo, según ellas, bajó por el uso del computador. Se mostró como los fabricantes de máquinas de escribir perdían miles de millones de dolares anualmente y estas fueron las cifras que más convencieron a los políticos.

La presión fue tanta, que los políticos comenzaron a aprobar leyes que limitaban el uso de los computadores: sólo para la salud, la investigación avanzada y la defensa. Pero las máquinas y sus fabricantes comenzaron a publicar artículos en revistas y periódicos importantes, contando lo dañinos que eran los computadores, y lo benéfico de las máquinas de escribir. Más cabildeo fue ejercido, otra vez, con fuertes sumas de dinero involucradas.

Finalmente, los computadores fueron prohibidos. Y las máquinas de escribir organizaron una fiesta a nivel mundial, claro, todo por correo normal, por que Internet había dejado de existir. En la fiesta, los tecleos felices inundaban todos los rincones. Las campanillas tintinaban siguiendo melodías de triunfo. Los carros iban de izquierda a derecha y viceversa alegremente. Las teclas saltaban de jubilo.

Y al día siguiente, cuando se había agotado toda la cinta entintada, y las máquinas descansaban en su triunfo, comenzaron a recibir un manifiesto escrito a lápiz. Los lápices reclamaban su derecho a existir y exigían leyes contra las máquinas de escribir.

Y se promulgaron leyes en contra de las máquinas de escribir y finalmente fueron prohibidas.

Y en un oscuro rincón del ático, la maquinita de escribir lloraba recordando las caricias sensuales de su amo.

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La máquinita de escribir que prohibió los computadores by Luis Alejandro Bernal Romero, Aztlek is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

Comments
2 Responses to “La máquinita de escribir que prohibió los computadores”
  1. U3dd dice:

    Bueno!, casi humor negro

  2. Diego Fernando dice:

    aja y los computadores no podian hacer lo mismo, exigir leyes y todo eso.. ???

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